MOUSIKĒ: en busca de una identidad sonora.
Tratar de definirse en pocas palabras no es tarea sencilla.
Soy músico , productor, locutor.
Me gusta la idea de Paul Graham de mantener la identidad pequeña, de no autodefinirse para no limitarse. Pero esa idea sirve más en el proceso de búsqueda de una propuesta de valor que al momento de mostrarse al mundo. Tener una definición propia ayuda, ordena.
En el recorrido de definir lo que hago en pocas palabras, me encontré con la dificultad de hallar una palabra que integre diversas disciplinas que se expresan en forma “escuchable”.
De hecho, la palabra que mejor integra conceptos como música, voces, sonidos es “sonido”, pero tiene el problema de estar muy relacionada con las productoras que se dedican principalmente a diseño sonoro, postproducción de audio, SFX.
La palabra “audio” podría usarse para definir todo lo que suena, pero pertenece al campo semántico de las empresas de productos de audio y al mundo de los audiófilos.
Audire… Ascoltare. Me interesa todo aquello que se pueda escuchar.
Este tema no es menor cuando uno busca desplegar su trabajo en el campo de la construcción de identidad. Encontrar la propia identidad es clave. Una palabra que integre a todas las demás.
En este recorrido me vi pensando en mí como productor musical, músico, compositor, locutor, diseñador.
Por eso me gusta el término Mousikē que utiliza Francis Wolff en “La música, ¿por qué?”: un término que abarca lo relacionado con las musas de la inspiración, la música, pero también la danza y la poesía. Bailes, cantatas y sonatas. Locuciones pensadas como composiciones musicales, música compuesta para las palabras, sonidos que transmiten identidad. Que hablan de sí mismos no por lo que dicen sino por cómo lo dicen.
